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Todo tiene su propio tiempo

Mi historia con los libros y los cuentos empezó cuando tenía seis años. Escribí siempre y guardé lo que escribía en libretas, cuadernos y hojas, muchas se perdieron. Cuando me gradué del colegio quise encontrar una carrera que solo sea para escribir, no la encontré, así que estuve en formato prueba y error en psicología, comunicación social y marketing hasta que fui mamá. La carrera de mamá (de la cual todavía no me gradúo) me atrapó y englobó mis expectativas de aprendizaje. Para ser mamá tuve que estudiar un montón de cosas, responsabilizarme de otro ser humano a los veinte y siete años requería carácter y mucho amor.


Mientras era mamá emprendí en varias cosas que me permitían quedarme con mis hijos en casa, la única vez en este lapso de tiempo que trabajé bajo dependencia lo hice por necesidad, a medio tiempo por un corto tiempo. Económicamente no puedo decir que crecí, personalmente creí que cualquier tipo de carrera o trabajo quedaba en segundo plano frente a mis hijos, no me arrepiento. Emprendí y fracasé dos veces. No fue fácil cargar con eso, no fue fácil endeudarme y no despegar.


El principal detalle del tipo de vida que escogí fue la culpabilidad que acumulaba al no lograr ser perfecta, porque la sociedad y el medio exige perfección. Estar bien arreglada, ser flaca, producir dinero, aportar, ser responsable de los hijos, tener buena actitud, tener tiempo para todo y sonreír, de alguna manera queda prohibida la depresión o los enredos mentales. Me sentí muy culpable de sentirme mal, de sentir que fallaba, que no alcanzaba las expectativas, que me engordaba, que casi nunca me arreglaba, de fracasar, de envejecer. Lo que no sabía era que sentir mil cosas era normal, no solo por la vida que tuve en la niñez y mis pérdidas sino porque era parte de vivir, madurar y crecer.


Mi espíritu se entregó por completo a la educación de mis hijos y a través de ellos asumió muchas cosas que se había negado, para ellos quise libertad para actuar y ser, así un día entendí que yo también merecía ser y actuar libre de prejuicios y el qué dirán.


Todo tiene su tiempo me digo ahora, sigo siendo mamá 24/7, trabajo en mi emprendimiento, escribo, leo, tomo café y cuido mis violetas. Me gusta tirarme en el césped y observar la inmensidad del cielo, me siento amada, cuidada, acompañada. Me gusta pedirle a Dios que tome el control de mi vida y me enseñe por donde debo seguir. Me gusta comer dulces de leche bajos en grasa y no sentir culpabilidad. Me gusta regresar la mirada y sentir orgullo de lo que he creado. Me gusta aceptar que fracasar es parte de la vida porque cada día tiene su propio afán. Empiezo de nuevo cada día. Todo tiene su tiempo y en Dios es perfecto.

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