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Mis 90’S se van

Ayer como a las ocho de la mañana leí ese par de chats con los que inicié mi lunes, el uno me cancelaba una cita previa y el otro me invitaba al cafecito con mi amiga del alma para que psicoanalizamos la vida y la llenamos de  planes. Ni corta ni perezosa ajusté la agenda bordadora y corrí hacia el café.

Mi blog de hoy estaba diseñado para contarles varios aspectos interesantes de esa conversación de  casi tres horas pero la muerte de Marie Fredriksson la voz de Roxette precipitó un cambio de planes, mientras escribo me doy cuenta que en algún lugar mi conversación de ayer y Roxette tienen que ver.

 

Resulta que ayer yo recordaba con mi amiga mi fobia a los grupos y ella con conocimiento de causa lo corroboraba porque me conoce desde aquella época en que uno “debía” ser grupal.

Ayer fallé a los ejercicios de mi terapia mensual sobre aprender a vivir en el presente recomendados por mi terapista, mi manía de evocar el pasado para entender el presente me hizo regresar a los seis años donde el colegio nuevo y mi timidez no me dejaron calzar en ningún grupo. Tuve que repasar los diez años cuando mi papá me llevaba a la casa de su amigo para que yo juegue con su hija y sobrina, sin considerar que ellas querían su grupo familiar y que al esconderse de mí en esas tardes me hicieron conocer la maldad no tan inocente de otras niñas. Tuve que pasar también por mis catorce años cuando mi papá me llevó a pasar dos semanas de vacaciones en la hacienda de su otro amigo sin nuevamente preguntarles a las hijas y sobrinas que eran ya un grupo familiar al que no le

 

interesaba más miembros. La sociedad me decía que debía ser social pero la misma sociedad no lo era con lo nuevo o diferente. Abrirse espacio en sociedades normalizadas que siguen los mismos patrones e ideas y ser diferente es difícil y puede marcar. Desde aquellas épocas me ha costado hacerme a grupos, prefiero la honestidad del tú a tú sin máscaras.

 

Ahora a los cuarenta y cuatro como parte de mi terapia me acepto así, diferente “medio antisocial” ”medio Alicia del país de las maravillas” y contra corriente, soy así y me gusta. Amo las reuniones de “petite comité” donde me explayo sin reparos pero existen grupos que merecen mi tiempo y amor y en los que ya he calzado a lo largo de la vida.

 

Mi conversación y Roxette formaron parte del mismo tiempo, la época donde inicié mi vida no grupal junto a tardes y noches cubiertas de  estrellas, pizza, las mejores amigas y “It must have been love” de fondo, luego casi siempre escribía.

 

Estamos a punto de llegar al 2020 y no puedo dejar de abrir los ojos y levantar las cejas porque pasaron veinte años desde que llegábamos al 2000 y yo escuchaba canciones de Roxette. Hoy su voz se apaga.

 

Acepto que mis 90’S se van aunque un poquito (bastante) de mi vanidad no quiera admitir lo que pasa y quiera reemplazarlo con la juventud de los hijos y los recuerdos. Una época inolvidable llega a su fin con algunas fotos guardadas por suerte, esas fotos que veo y me hacen sentir que no pasó el tiempo y sigo ahí con pocas historias.

 

Tendré que contarle a mi terapista que toda la mañana de hoy la dediqué a vivir en el pasado como antídoto para no morir de nostalgia, le diré que fue momentáneo y que me seguiré esforzando por ver el presente y sus felicidades, pero ella y yo sabemos que cuando la vida pasa volver hacia atrás con alegría es sanador.

 

Buen viaje Marie, la voz de mis 90’S, la que me hizo soñar y sentir mas de una vez, nos quedamos con las canciones de Roxette.

 

Prometo contar más partes de la conversación, por hoy era necesario regresar.

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