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¿Dónde está mi corazón este Diciembre?

Los diciembres y su carga social emocional a veces me quieren confundir. Me quieren hacer creer que tengo que estar metida en centros comerciales, tráficos de horas pico, cenas con horarios, intercambios pasados de presupuesto, deudas a un año, mal genio, tristeza y sensación de que me falta el aire y solo quiero que terminen para dormir. Los diciembres intentan que yo caiga en angustia desde los septiembres porque se encienden cada vez más rápido por donde voy.

 

Generalmente paso los meses previos a diciembre entre la confusión y la claridad de que solo es el mes elegido para acabar o iniciar un año desde épocas y personas muy antiguas. Si el año fue bueno, la gente dice no te vayas año, que feliz me hiciste, no quisiera que te acabes, a iniciar con ganas un año más. Si el año fue malo, dicen, solo quiero que te acabes, cuánto mal me hiciste, ¿por qué no te acabas ya?. La visión de cómo se comportó el año depende de la realidad que vivió cada persona. Sin embargo, hay momentos en que me dejo llevar por el marketing consumista y no puedo negar que me gusta.

 

Diciembre es especial, yo siento que es el fin y el principio de algo y como creyente recuerdo a Jesús en su humilde pesebre y vuelvo a tener esperanza.

En diciembre renace en mí el amor implícito que me hace querer ver a quienes amo, celebrar con ellos una comida deliciosa, querer abrazarlos y agradecer porque están. De igual manera me es imposible no sentir nostalgia por los que se adelantaron, por los guardias que pasarán solos en una caseta, por los refugiados que perdieron todo, por los niños pobres que deambulan en la calle y sus papás, por los que no tienen trabajo y por los que están sumidos en las drogas para escapar del hambre.

 

Diciembre es una mezcla general de sentimientos. A  la gente de diciembre se la reconoce en las calles por su actitud, alguna saca el amor contenido en el año por la rutina y otra saca su frustración. A este mes número doce del año le aplican los extremos estados de ánimo, la amargura, el amor, la alegría, la tristeza.

 

Este año decidí que recibiré a diciembre con un recordatorio de todo lo que aprendí y que me despediré de él con una gratitud inmensa que superará la pena.  Decidí que mi corazón será fiel con sus sentimientos y se abrirá para los que conecten con él.

 

La foto del inicio fue tomada en el agasajo a los niños de la Fundación Henry Davis, así inicié mi despedida de diciembre. Dicen que si uno está inconforme o triste salga y de amor, nada más real y cierto. La felicidad de estos niños me recordó el camino del verdadero amor.

Este mes me quedo en casa y me doy el tiempo para los  que amo sin estrés, practico el mindfulness navideño, le doy gracias a Dios por todavía tenerme aquí junto a mi familia y como delicioso sin pensar en dietas desesperadas para enero; vivo igual que todos los meses pero me doy un extra tiempo para mirar hacia lo que sigue ahí sin pedir nada.

 

Este diciembre mi corazón se queda lleno de música, letras, hilos y el amor libre que yo merezco.

 

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