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Cuarentena

Creo que aferrarse al amor en tiempos difíciles es un arte, sea cual fuere la situación. Para mí fue un aprendizaje largo. Hoy por hoy puedo caerme por horas pero luego algo en mi cerebro se conecta con el amor que me rodea y me siento bendecida.

 

 

Lo hermoso de estos días es que me he tropezado con muchos diferentes, que como yo, saben que lo que pase mañana no depende de nadie más que de uno mismo. A ellos los escucho a diario y tomo nota de sus experiencias.

 

 

Parecería más fácil hablar de esperanza y de que todo va a estar bien pero no lo es, hace falta rastros de valentía para luchar, levantarse e inspirar a los que están alrededor.

 

 

Cuando la cuarentena pase, recordaré imágenes cómo estas. De los momentos dolorosos aprendí a recordar solo el amor que recibí o di.

 


Recordaré a los millones de personas en el mundo que asustadas buscaron ayudar a sus vecinos, a las banderas blancas que desaparecieron de los balcones, a los doctores que se salvaron, a la gente que salió de la enfermedad mortal, a los abrazos virtuales, a los profesionales que se dedicaron a donar su conocimiento para otros, a los que alimentaron animales en la calle, a los que se unieron para ayudar a otros, a los que seguimos luchando para que nuestro negocio se mantenga y no cierre, a los que nos reunimos a rezar, a los niños y jóvenes que se adaptaron cuando el mundo se les puso al revés, a los profesores que se pusieron la camiseta para enseñar, a los que apoyaron a los negocios de emprendimientos con compras o con palabras para compartir en redes, a los que facilitaron la repartición de comida, a los que jamás pararon.

 

 

Cuando se acabe esta cuarentena estoy segura de que nada de esto se me olvidará. Necesito recordarlo para continuar por mí y los que amo, solo así apoyaré a mi economía y la de mi país.

 

 

No me caben las críticas ni los juzgamientos ni las malas noticias en esta cuarentena, eso solo me hace daño, me aleja de mis metas para empezar de nuevo.

 

 

En esta cuarentena no me hizo falta nada más que tenernos unos a otros, saber que los que amo estaban bien y comida. Así que fue bueno constatar una vez más que el consumismo nos aprisiona, que las diferencias son muy injustas, que hace falta sincerar la realidad, bajar precios y servicios, que dependemos unos de otros para que la rueda avance y que debemos ceder para que la vida se reactive.

 

 

A cada evento triste le doy la vuelta y conservo memorias felices, lo demás solo me sirve para aprender y mucho.

 

 

Le pido a Dios que guíe mucho mis decisiones para poder acompañar a mis hijos en este mundo al que se enfrentan sin saber lo que pasará, pero en el cual ellos dependerán de sí mismos para subsistir.

 

 

Mientras menos les enseñe a odiar, comparar, competir, juzgar, imponer, rechazar, señalar, esperar, engañar o valorar a los demás por cosas que tienen, más estarán preparados para lo que venga porque su verdadera fortaleza estará dentro en su corazón. Necesitamos un mundo menos egoísta y más empático.

 

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